Para iniciar, somos dos guachitas carnudas con inquietudes y necesidades, las cuales queremos compartir con ustedes, es por eso que comenzamos con estas dos historias, en donde lo más importante es el darnos cuenta que eramos, somos y seremos GUACHITAS CARNUDAS para toda la vida.
El molde me queda chico
HELLO WORLD! Estoy súper emocionada porque es mi primera publicación y quiero
que me lean muchas guachitas ricas carnudas, como yo!
Para contarles lo siguiente debemos retroceder más de una
década. Debe haber sido más o menos
a los 11 cuando comencé a darme cuenta de que este cuerpecito era más
generoso que el de mis amigas. Ellas compartían su ropa y yo siempre me dejaba
las chaquetas, poleras elasticadas, todo lo que fuera más grande o que cediera.
Ahí caché que mientras ellas tenían talla 16 yo usaba 42, ellas XS o S y yo M o
L, ahí fue cuando sentí que yo “no cabía en el molde” todo lo que era para mi
segmento etáreo me quedaba chico! A todo esto hay que sumarle esa moda horrible
del año 2000 de usar los pantalones a la cadera lo que a muy pocas benefició,
por mi parte jamás usé uno porque con ese tiro corto no podía agacharme sin que
se me vieran (en el mejor de los casos) los cuadros.
En este mismo contexto comenzaron los primeros amores.
Cuando iba a alguna fiesta de cumpleaños todas queríamos que nos sacaran a
bailar, yo me sentía como un hipopótamo en medio de todos, no quería que me
agarraran por la cintura y me tocaran. Pero si quería bailar, sin que me diera
vergüenza, sin sentir que me mirarían distinto por ser 3 tallas más grande.
Un día hace un par de años miré una foto mía de cuando era
chica, salía sonriendo, mi piel era perfecta y mis sonrisa blanca y brillante,
ahí caché lo linda que era y pensé “en este momento soy linda, en algunos años
más desearé verme como ahora igual que ahora deseo verme como esa niña”.
Después de esa epifanía, caché que estaba muy equivocada. Siempre he sido
hermosa, una verdadera “guachita carnuda” que se está perdiendo en los
prejuicios sociales que ya ha hecho propios. Ese día dije BASTA! No soy yo la
que no entra en el molde, todo lo contrario: El molde me queda chico!
Me compré pantalones
rojos, porque ya no me importaba que mis piernas fueran gruesas y me sentí la
más mina!
Clau.
De cómo me di cuenta
Cuando la otra
Guachita Carnuda me planteó esta idea, dije: Sí, sin pensarlo. Un par de veces
conté estas “anécdotas” a personas que pensaba que necesitaban escuchar, pues
estaban pasando por un momento crítico con su cuerpo. Aún sigo pensado que
verbalizar estas historias sirve para exhumar viejos sentimientos y recuerdos
y, obvio, renovar energías. Aquí va mi historia.
Cuando era pequeña
y provinciana me gustaba comer las galletas que mi abuelo compraba al por mayor
en la vega. Estas galletas estaban destinadas a representar un premio cuando me
iba “bien en el colegio”, pues debo admitir que estaba lejos de ser una buena
estudiante, más bien prefería perseguir moscas y pensar en el planeta marte.
Cuando me pillaron comiendo las galletas a escondidas, además de retarme un
montón, se empezaron a preocupar de mi peso.
No sé por qué mi
mamá tendía a decir que yo era gordita, yo ahora miro las fotos de la época y
encuentro que era normal, puede que sea un problema de percepción de la masa o algo
así. El tema es que crecí pensando que era gordita y por eso comía más, y mis
tías se horrorizaban cuando me vieron llegando a la pubertad y me decían: es
que si no bajas ahora, después va a hacer imposible (Ja ya me hubieran visto
cuando estuve enferma de la vesícula y me veía 1313). Me da lata seguir
escuchando esas afirmaciones hoy sobre: Si el embarazo te pilla gorda te quedas
gorda toda la vida…En ese minuto me siento una pecadora en la época de Jesús e
imagino que me lanzan piedras.
El punto es que
pienso que el hecho de que el mundo estableciera un canon de figura perfecta
hizo que mi infancia se transformara en un constante pesar, en comparación a la
figura de mis compañeritas de colegio (habían algunas que tenían hilachas en
vez de piernas). Es por este motivo que crecí pensando que era gorda y luché
todo el tiempo contra eso, es más en un momento de mi desarrollo adolescente me
hicieron tomar pastillas para adelgazar, cosa que me hizo horrible al estómago.
Asumí que era
diferente a mis compañeras cuando un día (de esos en que el colegio te permite
ir con ropa de “color”, así se le decía en Conce, nada de americanismos como
el Jeans day) mi mamá me puso un
buzo hermoooooso de color rojo con unos ositos rosados en la parte frontal, me
sentía la más bella del mundo y el resto eran unas igualadas. Horror cuando vi
a mi compañera-mejoramiga entrar al colegio vistiendo lo mismo que yo y a la
muy sinvergüenza se le veía mejor que a miiiiiiiii (según lo que decía el canon
establecido). Corrí al baño, me hice la enferma y obligué a que me llevaran a
mi casa.
Hoy pienso que me
veía muy linda y tierna en ese buzo rojo, al igual que mi compañera, pero para
la gente adulta con problemas mentales sobre el peso, le cuesta asumir que la
niña con un poquito más de peso también se ve bonita, que es otro tipo de
belleza. Hace un par de años asumí que era así y que siempre sería así. Cuando
estuve enferma de la vesícula y estaba “más flaca”, seguía teniendo el mismo
cuerpo, con un poco menos de grasa, pero era el mismo. Por lo que me digo:
Trataré de mantenerme saludable, pero no dejaré de comer para cumplir con el
canon social y mucho menos cumplir con las expectativas del resto, si yo me
siento bien así, genial, el día que no, haré algo para darle alegría a mi cuerpo
Macarena!
Reina M.
Queremos saber si recuerdan cuándo se sintieron/reconocieron por primera vez como la guachita carnuda que son, dónde y cómo fue?
Besos a todas!